
31/03/2025
Cuando Vincent Van Gogh se fue de este mundo en 1890, era un fracaso. Había vendido solo tres cuadros en toda su vida y el mundo lo veía como un locx sin talento.
Pero su cuñada, Johanna Van Gogh, se negó a dejar que su obra desapareciera.
Primero perdió a su esposo Theo, el único que creyó en Vincent. Viuda y con un hijo pequeño, heredó 400 cuadros de un artista desconocido y un apartamento en París. ¿Qué hizo? Vendió todo y apostó por Van Gogh.
Convirtió su casa en una pensión para sobrevivir, pero en su tiempo libre escribió cartas, organizó exposiciones y publicó la correspondencia entre Vincent y Theo.
En 1905, logró lo impensable: organizó una gran exhibición de Van Gogh en Ámsterdam. El mundo finalmente vio lo que Vincent había dejado atrás.
Si hoy conocemos a Van Gogh, es gracias a una mujer que se negó a olvidar. 🎨