13/11/2025
Alberto e Irene: un día de esos que se quedan a vivir en la memoria.
Alberto, orgulloso alcazareño, y ya un torrijeño más, no dejó de sonreír en ningún momento.
Irene llegó radiante, con su sonrisa y ese brillo especial, en ese Seat 1400 propiedad del padrino,
que parecía hacerse pequeño frente a la emoción y al orgullo de llevar a su hija hasta el altar.
La Colegiata de Torrijos, solemne y grandiosa, que impone desde el primer paso, fue testigo de su
“sí, quiero”. Y el una finca que nunca decepciona y en la que siempre es un placer
trabajar, como si estuviéramos en casa, acogió una celebración llena de luz, emoción y un cóctel
que inauguró una tarde perfecta.
La celebración estuvo llena de detalles, regalos y recuerdos. Muchos de ellos dedicados con un
cariño enorme al abuelo Manolo, que allí presente, con su sonrisa y sus chascarrillos, dio aún más
vida a la boda.
La boda fue pura alegría: amigos lanzando a los novios en manteos que parecían empujarlos directo
a la felicidad, risas que se mezclaban con la música y ese ambiente de fiesta auténtica que no se
fabrica: se siente.
Una boda que no solo se vivió, se celebró con el alma. Y que, para mí, también fue especial: se
casaba la nieta de D. Manuel, mi profesor de la infancia y vecino de toda la vida.
Y yo tuve el privilegio de poder capturarla.
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