08/09/2025
BATALLA DE KURUKSHETRA- LOS ECLIPSES PREVIOS
Antes de la gran batalla de Kurukshetra, los textos épicos como el Mahabharata mencionan una serie de fenómenos celestes que los astrólogos de la época interpretaron como señales ominosas. Entre ellos se destacan eclipses solares y lunares que ocurrieron en un lapso muy corto, algo extraordinariamente raro en términos astronómicos. En la visión védica, tal coincidencia no era casualidad: representaba un desajuste cósmico, un aviso de que el dharma estaba por entrar en crisis y que un acontecimiento monumental —la guerra misma— estaba destinado a redefinir el orden del mundo.
Los astrónomos de la corte observaron que la Luna y el Sol estaban siendo “capturados” por sombras en momentos muy cercanos entre sí. Esto, según los sabios, significaba la intervención de Rahu y Ketu, los nodos lunares que en Jyotish simbolizan las fuerzas del karma colectivo y las crisis inevitables. Su presencia en un contexto bélico anunciaba que la humanidad estaba por atravesar un ciclo de oscuridad, prueba y transformación, donde la verdad saldría a la luz sólo después de atravesar la sombra.
El eclipse lunar fue asociado al agotamiento emocional y psicológico que vivirían los guerreros. La Luna, como regente de la mente y las emociones, oscurecida en el cielo, reflejaba la confusión, la duda y la pérdida de claridad que se apoderarían de muchos combatientes. Así se simbolizaba la incapacidad de distinguir con calma entre lo justo y lo injusto en medio del fragor de la guerra.
Por otro lado, el eclipse solar fue visto como un signo aún más grave: el oscurecimiento del Sol, símbolo del yogakaraka y del rey, indicaba la caída de los grandes linajes y el debilitamiento de la autoridad. Para los kshatriyas reunidos, era una advertencia de que incluso los más nobles y poderosos no podrían evitar el destino, y que la gloria de muchas dinastías se extinguiría en el campo de Kurukshetra.
La rareza de que ambos eclipses ocurrieran en tan breve intervalo fue interpretada como una fractura del orden natural. Era la confirmación de que la guerra no era solo un conflicto humano, sino una reestructuración cósmica. En otras palabras, el universo mismo participaba en el desenlace, anunciando el fin de una era (Dvapara Yuga) y preparando el terreno para la siguiente, el Kali Yuga.
Los sabios que observaron estos eclipses advirtieron a los reyes que todo el derramamiento de sangre traería consecuencias que resonarían por generaciones. El oscurecimiento simultáneo del Sol y la Luna se entendió como la muerte de la compasión y de la justicia, y el comienzo de un ciclo donde prevalecería la ambición, el rencor y la decadencia moral. Sin embargo, también se vio como un ajuste necesario del karma colectivo, donde la guerra funcionaría como un purgatorio inevitable.
En resumen, los eclipses que antecedieron la batalla de Kurukshetra fueron percibidos no solo como fenómenos astronómicos, sino como espejos de la catástrofe espiritual y social que se avecinaba. Su significado estaba estrechamente ligado a la idea de que la luz debía ser eclipsada para que, después de la destrucción, pudiera renacer un nuevo orden. En ese sentido, no eran simples presagios de muerte, sino también anuncios de renovación y transformación, sellando el destino de héroes y naciones. A nivel técnico, los puntos clave son estos:
Número y rareza de eclipses
-El Mahābhārata sugiere la ocurrencia de dos eclipses solares y uno lunar en un intervalo de 13 días.
-Esto es extremadamente raro: normalmente un eclipse solar y uno lunar pueden ocurrir con dos semanas de diferencia, pero dos solares tan próximos junto a uno lunar es inusual, ya que los eclipses solares suelen espaciarse al menos seis meses.
El primer eclipse solar
-Se alude a un eclipse solar cerca de la constelación de Jyeshtha (Antares).
-Jyeshtha está ligada a Marte y a la autoridad guerrera, lo que reforzaba la lectura ominosa de la inminente matanza.
-Astronómicamente, ese eclipse sería visible en la región del norte de India, coincidiendo con los reinos que participaron en la batalla.
El segundo eclipse solar
-Los cálculos sugieren que otro eclipse solar ocurrió apenas días después, algo rarísimo, pero posible si se trataba de un eclipse anular seguido por uno total (o viceversa), cuando el Sol está cerca de los nodos y en un mismo ciclo de lunación.
-Esto solo ocurre en periodos donde la geometría orbital es muy precisa, y habría reforzado la sensación de “desajuste cósmico”.
Implicación astrológica
-Rahu y Ketu eran vistos como devoradores del Sol y la Luna. La presencia reiterada de eclipses era señal de un karma colectivo acumulado y de que lo oculto iba a dominar sobre la claridad.
-Los astrólogos de Hastinapura interpretaron estos signos como inevitabilidad de guerra y ruina de reinos.
Valor simbólico
-Dos eclipses solares tan cercanos eran un recordatorio de que “la luz del dharma sería apagada dos veces”.
-El eclipse lunar en medio simbolizaba la confusión de la mente y la división emocional de los guerreros, atrapados entre el deber y el afecto familiar.
Punto aparte para dejar un rato el tema técnico e histórico. Imagina el eclipse como esa resaca oscura que te cae encima en un bar de mala muerte, cuando el Sol y la Luna —papá y mamá cósmicos— se apagan y te dejan solo con tus demonios interiores. Todo lo que creías estable se va al tacho, y el cerebro, ese recinto dividido en dos hemisferios, empieza a tambalear como un borracho. El izquierdo se llena de humo, el derecho se queda sin poesía.
El eclipse no es bonito ni romántico, es un corte de luz en tu respiración. El surya nadi, la corriente solar, se atasca como una cañería oxidada, y el chandra nadi, la corriente lunar, se ahoga en su propia humedad. Uno se vuelve ansioso, el otro melancólico. Te quedas en medio, jadeando como un perro callejero bajo una lluvia ácida, sin saber a qué ritmo respirar. Y en Jyotish, el Sol es el viejo severo, la figura paterna. Cuando lo tapan, no solo se nubla el cielo, se nubla tu idea de autoridad, de propósito, de ego. Es como ver a tu padre desplomarse en la mesa, borracho, desarmado, frágil. El eclipse del Sol te arranca ese pedestal y lo deja hecho polvo, y de repente no hay nada que seguir, ningún norte que brille. La Luna es la madre, la memoria de su pecho y su ternura, la mente que busca consuelo. Un eclipse lunar es como verla desaparecer detrás de la puerta y no volver jamás. La mente se vuelve un sótano húmedo, lleno de ratas que chillan en la oscuridad. La memoria se vuelve traición, la emoción se convierte en un charco turbio que no calma la sed.
Y las casas que ellos gobiernan se tuercen como paredes con humedad. La casa del Sol, el alma, la dignidad, el propósito vital, se corrompe en dudas. La casa de la Luna, la mente, el hogar, la estabilidad emocional, se llena de grietas. Durante un eclipse esas dos mansiones están tomadas por okupas invisibles: Rahu y Ketu, esos extremos, fumando y riéndose de tu desgracia. El cerebro, que se supone un templo, se convierte en cantina. El hemisferio solar pierde fuego, el hemisferio lunar se congela. El resultado: pensamientos a medio cocinar, emociones podridas en el refrigerador. En el swara yoga, donde la respiración debería ser un puente entre la luz y la calma, lo único que encuentras es un vacío, una toalla mojada que no seca nada. Así que sí, el eclipse no es poesía romántica, es la versión cósmica de un apagón en los barrios bajos. El padre (Sol) y la madre (Luna) te dejan a oscuras, el hemisferio izquierdo y el derecho se insultan a gritos, la respiración se corta, y tú quedas ahí, un animal nervioso esperando que vuelva la luz. Esos son los efectos negativos y no hay bebida suficiente para tragarlos fácil.
LO POSITIVO
El eclipse, aunque parezca un matón que te deja atorado, también es un maestro raro, de esos que te escupen en la cara pero te abren la mente a golpes. Cuando el Sol se esconde, el ego se apaga. Y eso, que suena a tragedia, es también liberación. Es como si te arrancaran de un manotazo la máscara que te inventaste para sobrevivir. No hay papá cósmico que te marque el camino, no hay trono de oro, no hay superioridad que valga. Te quedas desnudo, y ahí descubres que sin tanto humo de grandeza, respiras mejor. Cuando la Luna se eclipsa, la mente se queda en silencio. Sí, primero se llena de sombras, de recuerdos oscuros, de dudas, pero después… después viene un vacío que puede ser el terreno más fértil. Es como barrer un bar después de una noche de borrachera: montones de colillas, vasos quebrados, pero el piso queda limpio para empezar otra historia.
El swara yoga te lo dice sin rodeos: la respiración solar y lunar, cuando se interrumpen y se reinician, renuevan el circuito. El eclipse te desconecta del enchufe por un rato para que cuando vuelvas a enchufar la corriente, la chispa sea más intensa. El Sol y la Luna, padre y madre, te enseñan que incluso ellos necesitan desaparecer para regenerarse.
En Jyotish, un eclipse es también un trampolín. Rahu y Ketu, no solo se ríen de ti: también te obligan a mirar donde nunca quisiste. Lo que niegas sale a la superficie, y si tienes coraje, lo enfrentas y lo quemas. Es la terapia más dura, pero gratis, cortesía del cosmos. El cerebro, en ese apagón, encuentra la chance de resetearse. Los hemisferios que se insultaban descubren que el silencio puede ser tregua. No hay hemisferio derecho pintando sueños, ni hemisferio izquierdo contando monedas; solo hay un instante de suspensión, como un apagón en la pelea de la noche, donde hasta los neones descansan. Ese respiro vale oro. Así que sí, un eclipse puede ser la peor resaca o el mejor renacer. Si lo tomas como desgracia, es una jaula de humo y miedo. Si lo tomas como oportunidad, es la demolición necesaria para levantar un edificio más firme. Oscuridad para ver más claro, vacío para volver a llenar. El eclipse es un recordatorio brutal: incluso el padre y la madre cósmicos tienen derecho a cerrar los ojos un rato, y tú puedes aprender a hacer lo mismo sin morir en el intento.
CONSEJOS
Mira, los sabios no eran ingenuos, sabían que un eclipse no es un espectáculo de feria, es un agujero negro que se traga tu energía si lo miras directo. Así que la primera recomendación es simple: no mires al cielo cuando la sombra devora al Sol o la Luna. No te hagas el héroe, no hay nada glorioso en quedarse ciego o con la mente revuelta. Mejor cierra los ojos, canta, deja que el tiempo pase. El Ayurveda lo dice claro: lo que entra por los sentidos durante un eclipse puede intoxicarte.
Otra cosa: no comas durante el eclipse. La vieja ciencia lo explicó hace siglos: el fuego digestivo se apaga como un ci******lo en un vaso de cerveza, y cualquier bocado se convierte en veneno. Así que aguanta el hambre, mastica mantras en vez de pan. Después, cuando la luz regrese, date un baño, renueva tu piel y tu cabeza, y entonces sí, come algo limpio, fresco, como si reiniciaras la máquina después de un apagón.
Y por último, los sabios decían: canta el Maha Mantra Hare Krishna, o cualquier santo nombre del Señor Supremo. Porque en esa oscuridad, la mente se vuelve un tugurio de fantasmas, y los mantras son las únicas luces de neón que no se apagan. No se trata de religión barata, se trata de supervivencia psíquica. Mientras afuera Rahu se traga el cielo, adentro tú te aferras a un sonido que vibra más fuerte que la sombra. Y así, cuando todo se despeja, no sales más débil, sales un poco más limpio, un poco más vivo, un poco más tú.
Hare Kṛṣṇa