21/11/2025
LOS SAPOS DE ZUGARRAMURDI
Los brujos y brujas de Zugarramurdi se servían de espíritus ayudantes o «familiares» para hacer sus maleficios. Dichos familiares eran unos sapos vestidos con graciosas ropillas de colores.
El sapo era el guardián y consejero de la bruja. Ella lo alimentaba, y a cambio él la despertaba y avisaba para ir al aquelarre. Gracias a ellos también podía realizar los vuelos, ya que, después de haber comido, la bruja le pegaba con un palito hasta que se hinchaba y adquiría un color verde venenoso. A continuación, pisaba al animal con el pie izquierdo hasta que salía un líquido verdoso. Este líquido era el que servía para hacer el ungüento.
Los niños brujos eran los encargados de ocuparse del «rebaño» de sapos mientras los adultos se dedicaban a bailar y comer en los banquetes. Debían tratarlos muy bien y no podían extraviar ninguno si no querían ser severamente castigados.
Cuando llegaba el momento en que un novicio se convertía en brujo de pleno derecho, el demonio le entregaba uno de estos sapos y también le hacía una marca en el ojo, con forma de sapito, para que fuese reconocido por los demás miembros de la congregación. Fuente: Daimiel, pueblo de brujas - Autores/as:
Garzás Garzás, Belén // González-Gallego Sánchez-Camacho, Javier